23 abr 2009

LIMA



Lima es un exceso, apunta maneras, pero, como dicen acá, esta malograda. Arturo, el taxista, tiene a su mujer en Madrid desde hace 2 años. Es bonachón y con sus explicaciones nos traza esquemas de la ciudad que nos orientarán a lo largo del día. Nos propone pasar la noche en un hotel con encanto, pero le respondemos con la retaila de la manoseada crisis. Nos pregunta si es Zapatero el culpable de esa crisis.
- No, Arturo, la crisis es internacional.
- Pues acá no la hemos notado...todavía. O quizás sea que ya estamos acostumbrados a pasar tantas...que ni nos damos cuenta.
Ya a pie, paseando por la avenida de Trujillo nos llama la atención un mercado que asoma entre esquinas coloristas y nos animamos a ir y ver. Pero una voz nos calma la curiosidad.
- No señores, por allá no se puede ir.
- Y eso?
- Ustedes son turistas. Allí les robaran. Ustedes paseen por el bulevard, vayan a la catedral, la Plaza de Armas, las catacumbas de S. Francisco... pero allá no se puede ir.
El chaval que nos previene esta uniformado y en su chaleco se puede leer "seguridad ciudadana".
- Si entran en ese mercado.... -mueve su cabeza de un lado a otro- no quedará nada de su dinero.
Somos de la costumbre de hacer caso a quien más sabe, asi que nos dirigimos a la catedral, a velar armas sobre la tumba de un conquistador español nacido en Trujillo y fundador de Lima. Como Pizarros, conquistaremos Peru, nos animamos.
Saliendo de la catedral nos fuimos a comer a un convento de carmelitas frente a la Chancillería (Sede del Mº de AAEE), la monjita de color era de Burquina Fasso y nos permitió desoxidar nuestro francés. Taxi al distrito de Pueblo LIbre y dos horitas de mueso arqueológico bajo un sol de justicia que acabó frente a un pisco sour (bebida nacional) que sabía a gloria bendita. Nos embarcamos en este viaje conociendo de antemano qué visitar, qué contemplar, qué no podiamos dejar de probar o ver pero, como intuíamos, con lo que más íbamos a disfrutar es con el trato de la gente que te vas topando.
Ese taxista en su Nissan con claxon "tunedado" que en la luneta trasera se pude leer "Jehová me guía", ese camarero con la respuesta socarrona lista al último requerimiento del turista que acaba de entrar, esa boticaria que te explica sin prisa que la grajea se llama tableta y la tableta se llama sobre, ese trato con la gente de este país aporta más conocimiento de esta tierra que la mejor de las guías turísticas que te leas.
Cena árabe en el turístico barrio de Lima (Miraflores) dónde te alejas de la realidad cotidiana de los peruanos y con esas a la cama que mañana hay que madrugar.
Dicen que la única forma de conocer una tierra es viviendo en ella y que el turista sólo percibe una realidad sesgada y fragmentada de los sitios que visita. Mañana nos afanaremos en que eso no sea así.
Arturo, el taxista, nos explica que las mujeres de Puerto Maldonado, donde iremos en dos días, se llaman "charapas", aunque hay quien las llama "calaminas" (que es un tipo de tejado como la uralita) porque, según nos cuenta, si no la clavas bien se vuelan. Haremos caso y no dejaremos que lo bueno pase a nuestro lado sin agarrarlo.

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